El Tiempo Que Pasa

Alejandro Carrión

 

Cuadernos
Julio Herrera y Reissig

1964

 

U M B R A L
Arsinoe Morato

 

 

 

“Cuadernos Julio Herrera y Reissing” --que hace algunos años editara en España--, aparece ahora en Ecuador cumpliendo, de esta manera, su destino de difusor de la poesía para el que fuera creado. Pero el hecho no se reduce solamente a editar en Ecuador, ni tampoco a publicar un poeta ecuatoriano. Para nosotros es algo más importante, porque además de significar un intercambio, un acercamiento de país a país, de poesía a poesía. damos en nuestras páginas a Alejandro Carrión poeta.

Por lo tanto, no nos corresponde realizar la apología de Alejandro Carrión poeta, --la que no sería necesaria dada su trayectoria, como tal--, por nuestra condición de editores y porque este Cuaderno es algo así como una credencial poética, que está por encima de cualquier elogio que pareciera justificar su publicación.

No obstante lo expuesto, dejamos constancia de que hemos encontrado en los poemas que integran "El Tiempo que Pasa" --en su estructura, en su fondo--, una indudable madurez poética que orienta a Carrión hacia el tiempo que pasa o hacia el tiempo que viene inexorablemente. Y lo ubica --como hombre y como poeta--, en una equilibrada actitud de observador sin amargura:

"no importa el color indeciso de mis cabellos, inclinado a la nieve”

Al contrario, demuestra una serena y rica madurez:

"Nuestro mundo también está maduro, también está lleno de luces, también está dorado”.

Un dorado con calidez de plenitud, con esplendor sabiduría.

Es cierto que, aunque sin caracteres trágicos la muerte fluctúa en los poemas pero manejada con la fluidez que le da la mano avesada en la poesía.

Parecería que a Carrión le obsediera una feliz manera de morir:

"Si, que llegue la muerte en el verano"

El poeta escoge los motivos más simples para "sus poemas: la madrugada la plegaria y los meses con su irreductible destino de marcar el tiempo. Siempre el tiempo predominando, imponente, traído desde "la madre joven”, desde “la puerta de la escuela” hasta las horas de sus propios niños:

“la hora en que la campana de la escuela deja los desayunos inconclusos”

Dijimos al comienzo, que no haríamos la apología de Alejandro Carrión poeta. Y no la hemos hecho. Sólo hemos querido sí, decir que su poesía nos conmueve y nos importa. Y que por ello aparece en “Cuadernos Julio Herrera y Reissig”. Que no alcanzaría para que lo recibiéramos con alborozo en nuestras páginas, que Alejandro Carrión fuera --como es--, nuestro viejo y querido amigo Alejandro, ni tampoco su antigua vinculación personal con poetas uruguayos, debido a sus dos visitas al Uruguay

Sólo nos interesa --en este caso--, la autenticidad de su poesía. Por eso le decimos: Bienvenido, Alejandro Carrión poeta, a los “Cuadernos julio Herrera y Reissig”

Montevideo, 12 de mayo de 1963.

ARSINOE MORATORIO

 

 

 

 

 

 

 

EL TIEMPO QUE PASA

 

Madrugada

Verano

Funeral

Octubre

Plegaria

Alegría

Búsqueda

Solamente

 

 

 

 

 

 

 

MADRUGADA

 

 

Yo la percibo claramente a la hora de la

madrugada,

cuando el aire está lívido, cuando la noche

acaba de desangrarse,

cuando el aire se tiñe del color del canto del gallo.

 

Mi vida está entre despierta y dormida,

y entonces puedo verla.

Está desnuda, y es siempre joven

--no importa la arena que los años amontonen

sobre mis días;

no importa el color indeciso de mis cabellos,

inclinado a la nieve.

Está desnuda, y es cada día más fuerte

--un poco triste, solamente un poco triste,

nada más que un poco triste.

Y puede verse claramente cuajada en su pupila

una lejanía irremediable.

 

Grave silencio la rodea.

A veces, en el aire se diluye el último canto del gallo,

el morado, el lívido canto del gallo de la madrugada,

del que está a salto de mata cazando a la aurora.

A veces, el rumor de un antiguo río,

a cuya orilla verdeció la infancia.

A veces, ese rumor antiguo,

que viene desde siempre

y que se olvida --claro! y que se olvida, pero

sigue sonando

olvidado, allá adentro, allá adentro,

donde se cuaja la grave lejanía, la irremediable.

Es en esa hora ambigua, cuando la madrugada

ya no es noche, pero aún no es día.

Cuando el tiempo vacila y la balanza no se resuelve,

y las estrellas se van ahogando una a una.

Es la hora en la cual los agonizantes que no

alcanzaron a morir en la noche

encuentran súbitamente fuerzas para seguir

viviendo todavía otro día.

Una hora tan grave como el filo de un cuchillo,

en cuya solemne angustia comienza ya a clarear

el canto de la alondra

y se puede predecir la suerte del día aún nonato.

 

Tú, el que jamás duerme solo, no recuerdas esta hora.

Estás hondamente dormido, y el aliento de tu

compañera suavemente mece tus cabellos.

El gallo que caza a la aurora y al apresarla salta del gallinero

te tiene sin cuidado

El pez, que a esa hora busca en vano un anzuelo

que le traiga la muerte

te tiene sin cuidado.

Pero, en cambio, no alcanzas a verla, allá, acodada

en una ventana sin fin y sin remedio,

justamente a la hora en que la noche ya no es

pero aún no se convierte en día.

 

Yo si la he mirado, en los amaneceres de soledad,

cuando saltaba del lecho vacío para mirar la

tierra desde una ventana desolada.

Yo sí la he mirado, y la he visto siempre joven,

solamente un poco triste, pero todavía joven, pero

todavía fuerte,

y en la cuajada lejanía de sus ojos he visto aún

la rama verde,

la rama de la infancia

--sin que importe la arena que los años

amontonaron sobre mi vida.

Yo sí la he visto, desnuda y juvenil, acodada a

esa ventana sin comienzo ni fin,

frente a la mía, que comienza y acaba, como mi vida.

 

La he mirado y la he reconocido: su rostro

siempre estuvo al fondo de mí mismo.

La he reconocido con alegría infinita, y en esa

alegría me he hundido hasta cuello,

y por todo he dado gracias de rodillas.

La he reconocido: era mi alma.

 

 

 

 

VERANO

 

 

¡Cuanta luz, qué desatada claridad la de este verano!

No se hartan los ojos, no se fatiga el alma.

El césped, las montañas, el mirar se van

dulcemente dorando.

El alma se va dulcemente dorando.

Desde la última lluvia, a olvidada, el césped

ha declarado la guerra a su verdor.

¡ Ven, dorado color de lo maduro, ven al mundo!

¡Llena los claros prados, las suaves laderas,

la alta cumbre!

¡Llena las horas, los días, las almas, las canelones!

 

Para aquel riachuelo, hasta ayer, los tréboles eran

los únicos amigos.

Ahora, además de los tréboles, que se han

cubierto de flores y en vas hojas admiten la

llegada del oro,

hay muchachas, con piernas asombrosamente

alegres y cabellos al viento,

y mozos que las persiguen, bebiéndose tras ellas

el oro de la tarde.

Y hay risas, risas de desafío, risas de reclamo,

risas de entrega,

y el oro del día, el oro de la mañana, el oro del

mediodía, el oro de la tarde.

¡Cuan vasta esta riqueza dorada,

Sin dueño alguno!

 

¡Cuan fácil de tomarla y refregársela contra la

cara, contra el seno, contra el alma!

¡ Qué mediodía!

¡ Qué tarde!

Y cuán clara la noche, cuán alta, cuán azul, con

tantos luceros que parpadean.

Por los caminos las muchachas corren, riendo, y

tras ellas los mozos con los brazos extendidos.

Es la vida, que goza del año maduro.

Es la vida.

 

¿Cuán lejos la tristeza! Tu alegría, verano, tu

alegría dorada es la sal de la vida.

¿ Cuán lejos está la infancia, llena también de risas,

con los pies descalzos y naranjas doradas en

la mochila!

¡Cuán lejos la tristeza! Tu alegría, verano, tus

cabellos al viento corriendo delante de

nosotros!

¡Nuestro mundo también está maduro, también

está lleno de luces, también está dorado!

¡Tiene la riqueza de los días vividos y del buen

amor, al cual los años, la fidelidad y la

añoranza han vuelto dorado!

Sí, que llegue la muerte en verano. Será mas fácil.

 

¡El último instante vendrá dorado, como esa

naranja, como este árbol poblado de nidos,

como este trébol floreeldo, como este prado que

abjuró su verdor!

Sí, que llegue la muerte en verano.

 

 

 

 

FUNERAL

 

 

Agosto muere, hoy día de Santa Rosa,

en medio de hogueras Prendidas en las praderas

doradas.

Agosto muere hoy, día de Santa Rosa

y el cielo le hace un funeral de rojos resplandores

y azules lejanías.

Un geranio alza flores llameantes al azul

en homenaje a agosto, que mucre hoy, a la

media noche,

cuando las estrellas parpadean y el mundo suspira,

bamboleante, por el primer vagido de la

madrugada.

 

Agosto muere hoy. Santa Rosa: vélalo con

tus ramos,

Socórrelo con tus pétalos,

consuélalo con tus labios.

Santa Rosa, la de los ojos florecidos,

la de los dedos florecidos,

la de los senos florecidos,

en tu día muere agosto: ayúdalo en su

hora última.

 

Dile a Dios que su vida fue sucesión de soles,

de vientos danzarines,

de altos eucaliptos fragantes,

de praderas doradas, de arroyos cantarines,

de atardeceres con rojos arreboles,

de noches con estrellas infinitas,

de gallos cantando en azules madrugadas

apresuradas.

Cuéntale a Dios su vida, Santa Rosa,

para que lo reciba con las puertas abiertas

y las almas niñas salgan a encontrarlo gritando,

empujándose, prendiendo hogueras, saltando,

diciendo palabras de ansia y de cariño.

Agosto mucre hoy y tú, Santa Rosa, eres

su veladora.

Trae tus blancos pétalos, tus pétalos dorados,

tus pétalos azules.

Trae tus esencias, tus perfumes, tus rocíos,

tus grandes espinas ensangrentadas, las de lii

corona de viernes santo,

y tus hojas, lanceoladas, dentadas, verdes

y moradas.

Trae tus pétalos, tus hojas, tus esencias,

tus espinas

y acompaña su muerte, Santa Rosa, la de los

dedos florecidos.

 

¡Agosto muere hoy, eucaliptos de altas ramas

batidas por el viento!

¡Agosto muere hoy, yerbecilla dorada que sueñas

con tu verdor de abril!

¡Agosto muere hoy, cielo azul, desnudos de nubes,

ahíto de arreboles!

 

¡Agosto muere hoy, alta montaña, la de las

nieves intocadas!

¡Agosto muere hoy, sin remedio, sin perdón,

sin olvido!

¡Agosto muere hoy y Santa Rosa le hace las

recomendaciones de la agonía!

 

Santa Rosa, la de los tiernos pétalos.

Santa Rosa, la de las dulces lágrimas.

Santa Rosa, la de las fragantes esencias.

Santa Rosa, la de las duras espinas.

 

Agosto muere hoy, rodeado del verano maduro.

Los días de la dicha van poco a poco corriendo

hacia el olvido.

Agosto muere hoy.

¡Santa Rosa, encomiéndale el alma!

¡San Pedro, ábrele la ancha puerta!

¡San Eucalipto, San Álamo, San Capulí, San

Sauce Real, tened compasión de él!

Que tenga el alto cielo al alcance de sus

crepúsculos

y un gallo de áureas plumas que cante

a su oído todas las madrugadas

trayéndole un sol enorme, todo llamaradas y

codicias!

 

 

 

OCTUBRE

 

 

Déjame ver tu rostro de aguaceros y

muchachos, octubre.

Dé jame que respire la frescura de tus primeras

lluvias,

el verde traje que regalas a la pradera, dorada

por agosto,

quemada por septiembre.

Déjame ver, octubre, tus gordas nubes, preñadas

de granizo,

surcadas de lívidos relámpagos,

cubriendo el claro cielo, velando su hondo añil.

Octubre: los maizales niños están bajo tu

protección.

Dales cada día su ración de lluvia

y suelta el raudo y poderoso viento, que guardas

en tus odres,

para limpiar el inundo del polvo que lo cubre,

de la muerta hojarasca,

de la muerta alegría,

de los amores rotos por el retorno,

de los sueños que solo vivieron lo que vivió

el verano.

 

 

Padre de aguaceros niños, de tiernos arroyos

invernales,

de las primeras granizadas,

con húmedas manos abres la puerta de la escuela

y te cubres de niños y de risas,

de apretones de manos y encuentros y cuadernos,

de pizarras y tizas y lápices y raquetas.

Padre de aguaceros niños, tutor de los maizales,

octubre, viejo amigo, ¿olvidaste mi rostro?

 

¿La recuerdas, ha tantos años, cuando aún las

espinas no cercaban mi alma?

¿Lo recuerdas, cuando aún la clara inocencia era

el aire que respiraba mi vida?

¿No se ha borrado aún la imagen de mi padre

joven, besándome a la puerta de la escuela?

¿Recuerdas a mi madre jovencita alisándome el

pelo a la hora de partir, cargado de libros

y pizarras?

 

Octubre, viejo amigo, mírame y dime si puedo

ser feliz todavía.

Dime la buenaventura con tus labios temblorosos

de risas infantiles.

Mira a mi compañera, madre joven, alisando

los cabellos de mis niños,

a la hora en que la campana de la escuela deja

los desayunos inconclusos.

Mira mi rostro cansado junto al de mis muchacho.

y míralos correr bajo tu rostro lleno de

nubarrones,

a comer del árbol de la ciencia,

¡a vivir!

Míralos y dime si para ellos también depara el

tiempo almohada de espinas

donde pueda soñar el corazón.

Octubre, viejo amigo, siempre igual,

con tus maizales niños,

tus aguaceros, tus primeros charcos y tu olor a

tierra mojada,

octubre, viejo amigo, trae tus frescas manos y

consuela mi alma

vierte sobre ella el rocío del recuerdo, el único

roció posible,

octubre, viejo amigo.

 

 

 

PLEGARIA

 

Por la bondad del claro día,

por la tristeza de la tarde,

por el silencio de la noche,

muerte no vengas este año.

 

Por la sonrisa de la virgen,

por la ansiedad de la muchacha,

por la Pureza de la madre,

muerte no vengas este año.

 

Por la dulzura de la miel,

por la verdura del follaje,

por la virtud del agua fría,

muerte no vengas este año.

 

Por la canelón del caminante,

por la tibieza de las sábanas,

por la blancura de la leche,

muerte no vengas este año.

 

Por el oleaje bamboleante,

por la arenita de la playa,

por la gaviota del pañuelo,

muerte no vengas este año.

 

Por la longura del camino,

por la amargura del borracho,

por los fulgores de la hoguera,

muerte no vengas este año.

 

Por la sed del enamorado,

por el cansancio de la espiga,

por el sollozo del alondra,

muerte no vengas este año.

 

Por esta sangre de mis venas,

por las miradas de mi madre,

por la ventura del amor,

muerte no vengas este año.

 

Por la verdad que es amargura,

por el silencio que es tristeza,

por la tiniebla que es descanso,

muerte no vengas este año.

 

Deja respiro a los mortales,

deja soñar al desvalido,

deja la luz a los rosales,

muerte no vengas este año.

 

Deja que cante la zampoña,

deja que el viento suba y baje,

deja que el ángel nos consuele,

muerte no vengas este año.

 

 

ALEGRIA

 

Que cante el gallo a media noche

puesto que aún hay alegría,

que cante el gallo y que la estrella

mande su luz al alma mía.

 

puesto que aún hay alegría

que suave mane el agua pura

donde solloza el alma mía

 

puesto que aún hay alegría

 

la dulce luna su blancura

puesto que aun hay alegría

traiga a la noche que tortura

la tierna faz del alma mía

 

puesto que aún hay alegría

 

el suave vuelo del alondra

puesto que aun hay alegría

traiga la luz donde la sombra

en duelo sume al alma mía

 

puesto que aún hay alegría

 

dame la luz de la camelia

dame la dicha de la abeja

dame la flor con que te nombra

cuando te quiere el alma mía

 

puesto que aún hay alegría

 

ven luna dame tu blancura

ven lirio dame tu olor pura

ven noche cándida y dolida

ven a besar el alma mía

 

puesto que aún hay alegría.

 

 

 

 

BUSQUEDA

 

 

Dime donde te ocultas, flor de la maravilla,

si en la alondra que sueña al nacer de la aurora,

o en la luz que desangra una estrella en la sombra,

o en la novia que canta en la mitad del día,

o en la luz sollozante de una hoguera lejana,

o en ¿a nube que el viento se lleva en la mañana.

 

Dime donde te ocultas, flor de la maravilla.

Mi alma sale en tu busca sollozante y callada.

Ni te encuentra en la luz, ni te encuentra en la

sombra,

te busca en la sonrisa y en la lagrima lánguida

te asecha en la ternura, en la cándida seña

en la astuta sospecha y en el desvelo ingenuo.

 

Dime donde te ocultas, flor de la maravilla.

Te persigo en el viento, en el agua doncella,

en la lumbre que muere sobre la leña húmeda,

en el rebaño claro y en la manada turbia,

en la canelón que siembra la ternura en la tarde

y no te hallo y mc lleno de tristeza y de sombra.

Dime donde te ocultas, flor de la maravilla.

Mi alma te necesita para su noche oscura,

para su erial vacío, para su vino acedo.

Mi alma por tí suspira en la aciaga ladera

donde sus pasos andan por sendas enlutadas.

Dime, ¿en verdad existes, flor de la maravilla?

 

¿Eres tan sólo sueño, ilusión, esperanza?

¿Eres tan sólo sed, eres sólo espejismo?

¿Invento eres del diablo para prender hogueras?

Si no existes, si eres mentira sonrosada,

sé por lo menos eso, flor de la maravilla:

déjanos prisioneros, de tu fábula clara.

 

 

 

 

SOLAMENTE

 

 

Solamente en la oscura noche,

solamente en el claro silencio,

solamente en la flor, solamente en el agua,

en la tenue neblina, en la densa humareda,

solamente en el alma, oscura y tímida,

salobre y tierna, alta y escondida,

solamente en su aire, en su sed, en su sueño,

solamente en su nicho,

te encontraremos, limpia, verdadera, solemne,

separadora de los juntos, acogedora de los

solitarios,

entenebrecedora de los claros, aclaradora de los

tenebrosos,

simple y compleja, fácil y difícil,

amarga y suave, ardua y fresca,

amiga y enemiga,

solamente allí,

solamente.

 

 

 

 

 

 

Este “CUADERNO JULIO HERRERA Y REISSIG” se acabó de imprimir en los Talleres Gráficos de la Revista “LA CALLE”, en Quito Ecuador, el día veintiocho de junio de mil novecientos sesenta y tres. Dirigió la impresión el poeta Carlos Enrique Carrión. Trabajaron en ella Ernesto Martínez, Linotipista; Jaime Freire, Prensista; Manuel Segovia y Gumersindo Vicente, Ayudantes de Prensa, Lo encuadernó Jorge Larrea. Todo ello en testimonio de la amistad cordial de los poetas de Uruguay y Ecuador.

 

 

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