En sus propias palabras… Vida

Diario íntimo (3)

El mundo que los comunistas edifican es tenebroso y está con el alma seca, hornada en el fogón del odio. No, no era eso lo que los socialistas humanistas de 1933 queríamos. Y es eso lo que nos amenaza.

Nuevamente han estallado terribles disturbios, esta vez en El Milagro. Anteayer fueron en El Oro. Como en éstos, que tuvieron como escenario Machala, los de El Milagro producen, para quienes capitalicen tan terrible acervo, cuatro muertos y cerca de veinte heridos. Es curioso que estos disturbios sanguinarios ocurran, siempre con los estudiantes al frente, en las provincias que apenas en julio dieron el triunfo al doctor Velasco Ibarra. Para mí, que lo que ocurre es una conspiración, tendiente a atosigar al país de disturbio y de muerte, hasta que el país se encolerice y dé fin al actual Gobierno. Es muy fácil –no me explico como no ha ocurrido hasta hoy— conseguir que el Primer Magistrado trate de dominar personalmente esos disturbios inmotivados, y al hacerlo pierda los estribos y se precipite a una pendiente fatal, como la que dio como resultado el encumbramiento de Carlos Julio al final del IV velasquismo.



La cuestión es esta: ¿Quién propicia, quién planea, quién organiza los disturbios, precisamente donde el doctor Velasco tiene más partidarios? Los disturbios de El Oro fueron absurdos, los de El Milagro lo son igualmente. Los primeros eran pidiendo, por la quema de autos, el incendio de edificios y las bombas, una nueva universidad. Los segundos son protestando por cuanto un estudiante, que se robó un radio, fue apaleado. No son ni proporcionados a la causa –el pedido de Universidad no se presentó a nadie, ni se pudo por lo tanto tramitar legalmente, ni el Gobierno crea universidades; un ladroncillo que es apaleado, es alguien que sufre la suerte que desde el principio del mundo está acordada a los ladroncillos que son atrapados– ni hallan posible explicación en otro hecho que en la existencia de una conspiración nacional, que está en plena y formidable marcha.



Yo recuerdo que, cuando fue derribada la Junta Militar, lo fue por la unión íntima entre grandes oligarcas millonarios de la Costa, amenazados por la nueva política económica, con activistas de todos los partidos y, en especial, con activistas comunistas de las tres ramas (moscovita, pekinesa y habanera), que actuaron con abundante dinero y gran eficacia. Los principales activistas (como ahora) fueron los estudiantes, cuyos jefes están a sueldo de las centrales comunistas ya citadas y reciben, además, comisiones de los oligarcas, cobradas a buen precio. Lo mismo ocurrió últimamente en México, con la atrocidad de la Plaza de las Tres Culturas en el barrio de Tlatelolco. Investigada la causa de la tremenda matanza, se llegó a saber que políticos resentidos del sector izquierdista del PRI, entre ellos tres nombres famosos, Francisco Madrazo, Víctor Urquidi y José Revueltas –todos ellos millonarios– financiaron a los líderes estudiantiles, también de las tres centrales, para conducir a los estudiantes a la muerte y por la magnitud de la catástrofe producir un estallido nacional contra el Gobierno, que trajera abajo al sector derechista del PRI, que ahora gobierna con Díaz Ordaz. ¿No es racional decir que aquí está ocurriendo lo mismo?



Repugna a las mentes normales una colaboración así entre extremados enemigos, para comerse a un Gobierno y precipitar a un país a una peligrosa crisis. Es imposible, se dice el hombre lógico, el hombre bueno, el hombre justo: no pueden estar unidos los grandes oligarcas con los activistas del comunismo. Pero la caída de la Junta Militar, donde dejaron todos ver sus manos, y la tentativa de Tlatelolco, donde un gobierno eficaz, como es el de México, ha dejado ver con claridad la urdiembre, prueban que eso no sólo es posible, sino que está ocurriendo. ¿Cómo entenderlo?



En la Isla de Cuba, para la caída de Batista, ocurrió, sin embargo, lo mismo. Hombres de la oligarquía, el más notable Prío Socarrás, estuvieron financiando a Fidel Castro. Echaron abajo a Batista, pero la perdieron íntegra. ¿Cómo es posible que se repita el hecho, tras lo que les ocurrió a los oligarcas cubanos? Yo creo que es, simplemente, porque los oligarcas ecuatorianos y mexicanos se creen mucho más hábiles para controlar los resultados de sus culpables manipulaciones. En verdad, entre nosotros, así ocurrió. Camilo Ponce Enríquez decía que no se preocupen, que él sabe cómo meterse a los comunistas en el bolsillo. Y se los metieron. Ponce, como es sabido, puso en el Palacio dos títeres suyos, Yerovi y Otto. Estos títeres lo eran también de la oligarquía guayaquileña y bailaban al son de Marcos y de Noboa. Ahora bien: todos estaban convencidos de que Velasco era ya la momia de Ramsés II, y que Camilo le ganaría. La perdieron y Velasco, que no ha tenido mucho oligarca con él, pero que parece que a través de Wentland recibió dinero del sector moscovita, o por lo menos de los satélites de Moscú y con esos fondos suplió la falta de los que debían darle sus amigos oligarcas (que esta vez le faltaron), ganó. Ahora, está pagando la cuenta a sus financiadores. Pero no: ellos no quieren eso, porque a Carlos Julio, el que debía recibir los favores principales, Velasco no lo soporta. Carlos Julio va camino del Penal si Velasco sigue… y es muy probable que además el Gobierno vaya camino de incorporarse a la derecha anti-camilista, a la de Paco Salazar y Perico Salvador.



¿Qué hacer, entonces? Ya Velasco ha hecho horrores contra Marcos, contra Noboa, contra Dillon. Además, los camaradas van delante en desorganizar el país, con su famoso “desorden organizado”. La agricultura se halla paralizada y Perico Menéndez comienza a aparecer ante los ojos de los camaradas (antes sus enemigos mortales) como el más adecuado, mucho más que Carlos Julio, para ser el Fidel ecuatoriano. Marcos, Noboa, Dillon, etc., ítem más los hacendados de Costa y Sierra… cierran filas en torno de la gran conspiración. Y Marcos, Noboa y Dillon están seguros de que se meterán nuevamente en el bolsillo a los camaradas. No hay, en efecto, en todo el país, nadie mejor que los estudiantes, carne de cañón adquirida al parecer definitivamente por los comunistas, para encabezar los disturbios. El resultado, me parece, está solamente aplazado. Esta vez el doctor Velasco, o hace un milagro, o se estrella dejando al país en el caos habitual, pero un poco más acentuado. Lo cual hace pensar en una dictadura militar –¿de quién?– para el instante en que muera para siempre el velasquismo. Todavía cabe la pregunta: ¿para siempre?



Yo pienso a veces que nuestro Ecuador vive días como los que vivió cuando la prolongada lucha entre los liberales y los conservadores, que terminó oficialmente con el ascenso de los primeros, el 5 de junio de 1895. En esos tiempos la inseguridad era muy grande, también. Pero lo que había tras la victoria de los “bárbaros” era un Ecuador mejor, porque indudablemente el Ecuador, no de Alfaro, sino de Leonidas Plaza, fue mejor. Pero me digo: no, lo que hay ahora es mucho más grave, y lo es, porque lo que hay tras la victoria de los bárbaros, es mucho peor que el desorden y la injusticia que hoy existe. El mundo que los comunistas edifican es tenebroso y está con el alma seca, hornada en el fogón del odio. No, no era eso lo que los socialistas humanistas de 1933 queríamos. Y es eso lo que nos amenaza.


26.XI.68

Inédito PDF [ABRIR] Alejandro Carrión (1963)

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