Su escritorio –es decir, el entorno de su máquina de escribir– estaba sobrepasado de papeles y libros ordenados a su manera. Sus hijos siempre tuvimos acceso a ese espacio donde pasaba parte de cada día, temprano a la mañana o pasada la media tarde. Éramos bienvenidos a verlo teclear, concentrado según la tarea o el tema que lo ocupaba. Lo hacía con dos dedos pero a gran velocidad. Un artículo de prensa –no más de dos páginas a doble espacio– le tomaba pocos minutos; otros se dividían en, digamos, secciones. Pero siempre, al final del artículo o de la sección, si tenía audiencia, leía en voz alta lo que había terminado de escribir. El evento, tan cotidiano, tenía algo de magia: producía complacencia en él y, por supuesto, en su audiencia.
LA COLUMNA
Ecuador, un país que al borde del abismo se detiene…
“Columnista”, “articulista”, “redactor”, “editorialista” son caracterizaciones del periodista de opinión usadas en las últimas décadas. Alejandro Carrión fue un periodista de opinión, sin exagerar, toda su vida. Sus primeras colaboraciones en la prensa escrita del país aparecieron cuando era estudiante universitario; sus últimas las escribió la mañana del día en que murió. En la década final de su vida escribió día a día –los siete días de la semana– una columna en El Comercio, el principal diario de Quito.
Su producción suma miles de artículos en medios nacionales y extranjeros, desaparecidos y actuales. Una compilación completa es, sin duda, difícil. Pero la intentaremos.
En marzo de 1949, a los tres meses de iniciar su columna “Esta vida de Quito…” en el diario El Universo, Alejandro Carrión escribió un corto artículo titulado Al borde del abismo me detengo. En él sugiere que un eslogan apropiado para su país podría ser “Ecuador, un país que al borde del abismo se detiene”. Su argumentación es convincente. Creemos que es un apto título para esta compilación de sus artículos de prensa dedicados a “dialogar” con el lector sobre innumerables temas, todos sobre “la vida del pueblo ecuatoriano”, al que siempre lo tuvo en el “palpitar de su corazón”.
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LA CRÓNICA
El honesto deseo de divertir al prójimo…
Alejandro Carrión, el columnista de los principales diarios de Quito y Guayaquil, vivió y retrató, como nadie, la vida política de una sociedad que cambiaba –como lo demandaba la época–, pero casi siempre sin rumbos concertados democráticamente.
Pero el articulista que comentaba los temas serios, que emprendió “batallas” con varios gobiernos y empujó causas de grupos de todo el país, nunca perdió su sentido del humor o curiosidad. El humor y la novedad fueron ingredientes de sus columnas sobre la realidad del momento.
Alejandro Carrión fue un conversador empedernido, siempre atento a todo lo que lo rodeaba y, claro, a todo lo cambiaba en el mundo. Por eso, no pudo evitar “conversar” y “debatir” con sus lectores sobre los más variados temas. Los diarios y revistas nacionales publicaron sus crónicas en distintos momentos desde los años 1950.
Esta sección reúne las crónicas que, según el autor, representan un “género periodístico de singular amenidad: un tipo de crónica volandera, en el que con mucho desenfado y mucho humor, que es a veces negro humor, y con mucho amor, que nunca es negro, trata temas… disímiles… Su tono varía incesantemente…”.
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